Búsqueda de una relación íntima con Dios

Búsqueda de una relación íntima con Dios

Siguiendo con la premisa de ser Buscadores de Dios, en la reflexión de hoy veremos la importancia de buscar una relación íntima con Dios.

Naturalizar un culto puede ser, en ocasiones, moneda corriente para muchos cristianos, y eso representa un gran peligro porque no lograremos captar lo que Dios quiere hacer en nuestras vidas. Peor aún es cuando decidimos alimentarnos una vez por semana, quiero decir, cuando sólo nos nutrimos de la palabra y de conocimiento acerca de Dios en las reuniones dominicales.

Dios quiere hablarnos todos los días, siempre tiene algo que decir, pero estamos tan ocupado o entretenidos con otras cosas que no lo escuchamos, ni siquiera nos damos cuenta que nos falta esa relación. Nos hemos acostumbrados a que alguien más busque de Dios y nos lo cuente.

Al pie de la montaña

Al respecto Tommy Tenney sostiene que “la Iglesia de hoy ha llegado a la mitad en su viaje a través del desierto. Estamos acampando al pie del monte Sinaí, así como los hijos de Israel en el libro de Éxodo. Es obvio que hemos alcanzado el punto donde vamos a tener que tomar una decisión. ¿Seguiremos o escaparemos?”

Creo que esa debe ser la pregunta que debemos hacernos a diario: ¿seguiremos o escaparemos? ¿De qué? De su presencia, de todo lo que Dios tiene para nosotros.

“Algo sucedió en la montaña”, dice el autor, “Dios los llamó e hizo de ellos una nación por primera vez en la historia. Los llamó a un lugar […] y ellos no quisieron ir. Los llamó a un lugar de pacto, un lugar de intimidad con su Creador que no fue ofrecido a ningún otro pueblo sobre el planeta en ese tiempo”.

Éxodo 19:3-6 dice: “Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”.

Dios quería que todos los Israelitas se acercaran a Él en la montaña, “pero a ellos esto no les agradó […] Prefirieron el respeto distante por sobre una relación íntima”.

El temor, el sentirnos menos, indignos, muchas veces nos lleva a rechazar la propia presencia de Dios, la cual Él ofrece y desea entregarnos sin ninguna otra condición más que la de seguirlo, y nos conformamos con poco, con las experiencias de otros. Preferimos que nos cuentan la película antes que verla con nuestros propios ojos.

Debemos decidir buscar a Dios

Dios quiere acercarse a nosotros, pero nosotros debemos tomar la decisión de buscarle en intimidad y ver las reuniones en los templos como un complemento de esa relación con Dios y no como la única fuente de alimentación de su presencia. Como ya habíamos dicho, si lo que queremos es habitación, no nos conformemos con una visita.

A veces tomamos a la reunión del domingo como un acto de obediencia, una obligación, decimos “me tengo que congregar” y asistimos a la iglesia como si fuéramos a cualquier evento. ¡No! Estamos yendo a encontrarnos con el Padre, a escuchar lo que Él tiene para nosotros como congregación, como su pueblo, pero no por eso debemos dejar de buscar qué es lo que Él quiere para nosotros en lo personal, eso es, su presencia.

El pueblo de Israel no quiso acercarse a Dios, prefirió que Moisés hiciera de intermediario. Éxodo 20:18-21 dice que “todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis. Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios”.

“A menudo preferimos que un hombre se coloque entre nosotros y Dios”, dice Tenney, y es cierto. Así estamos más cómodos, no tenemos que hacer nada. Nos dan de comer en la boca. Pero debemos crecer, madurar, y comenzar a comer por nosotros mismos.

¿Seguiremos o escaparemos?

“Dios llamaba al pueblo a una intimidad, y ellos corrieron en la dirección contraria. Le dijeron a Moisés ‘… no hable Dios con nosotros, para que no muramos’ (Éxodo 20:19)”, sostiene el autor, y agrega: “Yo creo que Él quiere que entendamos dónde estamos en este momento. Quiere que nos extendamos y recibamos todo lo que Él tiene para darnos hoy”.

Debemos preguntarnos ¿seguiremos o escaparemos? ¿Nos atreveremos a correr a una relación íntima con Dios o nos conformaremos con el respeto distante? Tenney describe dos opciones: “1.- Creceremos en una relación con Él, sin importar lo que nos cueste, o… 2.- Regresaremos de donde hemos venido y nos convertiremos en personas conductoras de programas, de reuniones, organizaremos comités eclesiásticos, haremos todas las cosas ‘buenas’ que las ‘buenas personas’ se supone que hacen”.

No nos quedemos cómodos con lo que hasta aquí hemos visto. El pueblo llegó a añorar las viejas épocas, a extrañar lo que tenían antes y nunca se dispusieron a buscar la promesa que Dios les había hecho. A menudo nosotros recordamos “glorias pasadas” en nuestra congregación o en nuestra vida cristiana, pero esos recuerdos, aunque no es malo tenerlos en la memoria, no nos permiten ver hacia adelante, no nos dejan crecer en Dios.

Nuestro futuro depende de nuestra actitud

“Nuestro futuro depende de nuestra actitud en esta hora de decisión” dice Tommy Tenney. “Si nuestra decisión es: ‘Bien, lo hemos hecho bastante bien’, entonces esto es todo lo que haremos. Pero nuestros futuros serán totalmente diferentes si decimos: ‘Gracias Señor… pero ¿dónde está el resto? ¡Tiene que haber más! ¡Muéstrame tu gloria!”

El autor dice que nos hemos convertido en adictos a la unción, la palabra transmitida por medio de una buena predicación y enseñanza. “Muchos de nosotros nos hemos convertido en ‘bebés de pecho’ que queremos sentarnos en bancos con almohadones en un edificio con aire acondicionado y climatizado, donde alguien más digiera con anterioridad lo que Dios tiene para decir, y luego lo proporcione a nosotros en una forma media digerida”. Tenemos que madurar, tenemos que comenzar a buscar personalmente a aquel de quien tanto hemos oído. “La solución es el hambre y la desesperación por Dios mismo sin intermediarios”. Cuando comprendamos esto nos encontraremos con aquel que siempre está dispuesto a tomarnos en sus brazos y llenarnos de su presencia. “Dios no va a venir a donde no encuentre hambre. Él busca al hambriento. ¿Cuán hambriento estás?”.

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