Sólo importa adorar a Dios

Es simple, para un buscador de Dios lo único que importa es adorarlo. Generalmente las personas creen que alguien “se gana el cielo” por sus buenas acciones, por ser caritativo, bondadoso o por pensar en los demás. Que no se malinterprete, todo eso está bien (no se debe olvidar lo que dice Mateo 25), pero no debe ser lo central para alguien que busca a Dios, eso no nos va a llevar a Él. Muchos realizan buenas acciones sin ser cristianos y eso no los hace encontrarse todos los días con el Señor.

A menudo el cristiano tiende a confundir un servicio que se puede hacer por los demás con la búsqueda del favor de Dios y cuando llegan las pruebas, las dificultades, surge la pregunta “¿por qué a mí, si yo hago tal o cual cosa, si soy bueno?”. Las dificultades llegan a la vida de las personas porque Dios quiere enseñarles algo, y siempre detrás de esa enseñanza está la enseñanza mayor: lo más importante es tomarse de la mano de Dios. Pero no se puede tomar de la mano de quien no se conoce ni se ve, por eso es importante la búsqueda de Dios.

Pero justamente es en esa relación que se debe poner el enfoque, esa relación constante con el Señor es lo que debe motivar al cristiano, y para eso es necesaria la adoración. Si no se adora a Dios con todo el corazón, no se querrá pasar tiempo con Él y cualquier otra cosa podrá ser una distracción que nos aparte de ese camino.

¿Qué nos motiva a servir?

Tenney dice que “nuestras vidas están tan llenas con ministerios hacia las personas y hacia las necesidades de las personas, que muy raramente entramos a un lugar donde podemos ministrarlo a Dios”.

¿Qué nos motiva a servir? ¿Cuáles son nuestras excusas para hacer tal o cual cosa? Dios siempre debe ser el centro de todo y la única forma de que eso ocurra es a través de la adoración, de la ministración a Dios. Aquí se debe aclarar que no nos referimos a la adoración en tanto el aspecto musical que muchas veces se habla, sino a lo que sale del corazón. Estamos tan metidos en nuestro mundo, en nuestra responsabilidad que nos olvidamos de lo esencial. “¿Cuándo escuchamos la pequeña voz de Dios que nos dice: ‘Habrá alguien que tan sólo me ame’?”

¿Qué tan cerca del Rey estamos?

Es necesario que estemos cerca del Padre como para poder escuchar sus más íntimos deseos. En 1 Crónicas 11:15-19 se narra la historia de tres hombres de David que estaban tan cerca de él que pudieron escuchar su más íntimo deseo:

“Y tres de los treinta principales descendieron a la peña a David, a la cueva de Adulam, estando el campamento de los filisteos en el valle de Refaim. David estaba entonces en la fortaleza, y había entonces guarnición de los filisteos en Belén. David deseó entonces, y dijo: ¡Quién me diera de beber de las aguas del pozo de Belén, que está a la puerta! Y aquellos tres rompieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén, que está a la puerta, y la tomaron y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la derramó para Jehová, y dijo: Guárdeme mi Dios de hacer esto. ¿Había yo de beber la sangre y la vida de estos varones, que con peligro de sus vidas la han traído? Y no la quiso beber. Esto hicieron aquellos tres valientes”.

¿Qué tan cerca estamos del Rey? ¿Conocemos su voluntad? ¿La buscamos? ¿Sabemos cuál es su deseo, ese que brota de su corazón? ¿Estamos lo suficientemente cerca como para oírlo? Estos tres valientes estaban ahí, frente al rey, tan cerca que cuando brotó de sus labios el deseo de beber el agua del pozo de Belén ellos lo oyeron e hicieron de ese deseo su misión. Sólo deseaban cumplir la voluntad del rey, satisfacer sus anhelos, adorarlo sin importar el costo, sin dudar en arriesgar sus vidas.

Una vida de adoración contínua

Debemos hacer de nuestra vida un acto de adoración continua. Debemos amar tanto a Dios y tener tanta hambre por su presencia que nada nos importe más que adorarle. Una vez alguien me dijo que la adoración es el punto de encuentro entre Dios y el hombre. Conlleva un acto personal, donde no hay nadie más. Cuando se adora sólo está la persona frente a frente con el objeto de la adoración. Es como cuando, con una cámara de fotos, se hace foco hacia un punto, objeto o persona específica, todo lo que rodea a ese objeto se nubla, ya no se ve. En la adoración es igual, nada más importa. ¿Nos miran con desaprobación? ¿Se ríen? ¿Tratan de callarnos? Nada de eso puede detener o intimidad el corazón hambriento de una persona que realmente adora a Dios y cuyo único objetivo es alcanzar su presencia.

Nunca está de más recordar el pasaje del evangelio de Juan: “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23). La Biblia habla de verdaderos adoradores porque claramente existen falsos adoradores, ya sean conscientes o no de ello, pero también dice que lo que Dios busca es adoradores, entonces si queremos encontrarnos con Él no debemos buscar más, esa es la única forma de hallarlo, a través de la adoración.

Adoración Vs Rutina

Pero qué ocurre cuando estamos tan acostumbrados a nuestra “vida cristiana” que terminamos por hacer de la adoración una rutina. Tenney al respecto hace esta observación: “Muy a menudo venimos a Él al final de nuestro día y lo ‘adoramos’ con mecanismos prefabricados y palabras memorizadas. Luego, después de estar casi totalmente absorbidos con nuestras ofensas […] y con problemas temporales del día, nos recostamos en su presencia el tiempo suficiente para decir nuestra sarta de palabras y desplegar nuestra lista de deseos. Después saltamos y nos fugamos para continuar con nuestras vidas”.

¿La escena te suena familiar? Debemos despertar, desnaturalizar nuestro ministerio, el servicio, el acto de adoración, de oración. Debemos ser conscientes de lo que hacemos para terminar de comprender que no estamos hablando o dirigiéndonos a un ser imaginario que no responde, se trata de una conversación, una relación con el Rey de reyes, sólo hay que saber hablar lo suficiente y dejar que Él también hable para poder disfrutar de su presencia. “Lo que Dios quiere que hagamos es sólo mirarlo […] Él realmente espera recibir nuestro culto y adoración más íntima”.

Adoración Vs. Programa

Pero ese problema no se da sólo en la intimidad, en lo personal, también se puede ver en los cultos donde se repiten frases que al oído suenan agradables, letras de canciones que parecen religiosamente correctas, pero cuando el Espíritu Santo comienza a moverse (quien prepara el lugar para la llegada del Rey), nos tomamos tanto del programa que cortamos todo aquello que puede llegar a romper las estructuras.

El autor dice que “durante demasiado tiempo la Iglesia ha pedido a Dios que esté ‘presente’, pero nunca ha puesto la presencia de Dios en una posición de honor”. Cuando realmente comprendemos que la manifestación de la gloria del Señor es lo más importante, ya no nos importa qué es lo que sigue, no importa cantar una canción que está de moda, ni cuidar de no excederse en el tiempo de la alabanza. Ya no nos importa si el músico se equivocó, ni nos distrae quién acaba de entrar por la puerta. Lo único que importa es la presencia de Dios.

“¿Qué es más importante para nosotros, que cuando un hombre o una mujer se vaya, él o ella diga: ‘Oh, eso fue bueno. Lo disfruté’, o que Dios diga: ‘Oh, eso fue bueno. Lo disfruté’?”. No existe nada mejor que ministrar el corazón del Padre, esa debe ser nuestra motivación. Muchos músicos y directores de alabanza se frustran cuando algo no sale como querían, cuando creen que las personas no reciben por el simple hecho de que no levantan los brazos, pero no es eso lo que debe motivarnos a servir.

Sí, algunas veces vamos a ver personas que quizás se vayan del culto tal como llegaron, otras serán transformadas, pero debemos entender que la obra es del Señor, nuestra tarea es otra. Lo más importante es que Dios se agrade de nuestro servicio. “Tales adoradores a menudo deben ignorar las miradas y comentarios de una iglesia políticamente correcta mientras ministran a Jesús”.

Algo ocurre cuando nos decidimos por Él

Sólo debemos buscar el rostro de Dios, rendirnos a sus pies y derramar todo nuestro corazón ante Él. Algo ocurre cuando nos decidimos por Él, por su presencia, cuando nada más importa, cuando nos enfocamos en Él y gritamos “¡muéstrame tu gloria!”. Dios nos busca, y si nosotros lo buscamos a Él el encuentro es inevitable.

“Tú puedes estar solamente a unos pocos centímetros del encuentro de tu vida. Si quieres ver el rostro de Dios, entonces mira a María a los pies de Jesús. Derrame su frasco de alabastro de preciosa alabanza y adoración sacrificial. Ha guardado su tesoro por mucho tiempo, pero hay Alguien aquí que es digno de todo. ¡No se guarde nada! Sólo adórelo”.

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