Los tiempos difíciles en la adoración
En esta breve reflexión observaremos qué sucede con la adoración en los tiempos difíciles, en esos momentos que consideramos fracasos.
La mayoría de los directores de adoración pueden funcionar bien cuando todo va bien. Pero ¿cómo se debe sentir y actuar cuando la adoración termina en lo que consideramos fracaso?
Esos tiempos nunca son fáciles, pero hay algunos principios que ayudarán a guiar al director a través de ellos, y pueden contribuir a su aprendizaje y desarrollo. Los directores de adoración parecen estar continuamente frustrados con las personas que no responden bien en el culto de adoración. La gente se refrena de la adoración abierta con todo el corazón por una variedad de razones, pero una razón clave es la tendencia natural de las personas a sentirse inhibidas en reuniones públicas, a menos que el entusiasmo sea de aceptación social.
Los individuos pueden sentirse aún más inhibidos si no conocen a nadie en la iglesia. Como muchas personas tienen dificultad en ser abiertas y comunicativas con alguien tan íntimo como su cónyuge, se puede esperar que sean aún más introvertidas en un lugar público de adoración. Si los directores no entienden esas ramificaciones sociales en la adoración, se vuelven molestos y frustrados ante la falta de reacción de la congregación.
El reto de los líderes de adoración, mediante la unción profética del Espíritu Santo, es ayudar a que la congregación abra su corazón al amor de Dios. Cuando el director descubre que nada da resultado, su reacción inmediata y natural es: “¿Qué se supone que haga?” Ese es el tiempo cuando el director debe oír el mensaje de Dios para esa situación particular; no solo debe discernir lo que estorba al pueblo de Dios, sino también saber cómo iniciar una solución.
Da mucha seguridad saber que el director puede pedirle al Señor un “mensaje de conocimiento” que revele el problema y también un “mensaje de sabiduría” para saber lo que se debe hacer al respecto. La preparación de la lista de cantos no equipa al director para tratar eficazmente esos problemas. El tiempo pasado en oración, no obstante, cultiva la sensibilidad que se necesita para discernir la guía del Espíritu durante el culto de adoración.
Cuando el director mira a la congregación para ver su participación, le puede molestar el ver a varias personas que parece que no adoran. No debe dejar que la apariencia del público lo desconcierte. Debemos de aprender que no siempre se puede leer la receptividad de alguien en la expresión de su rostro. Hay personas que pueden disfrutar de un culto de adoración aunque tengan un semblante triste. Si las expresiones del rostro de las personas desaniman al director, entonces debe dejar de mirarlas. El director debe poner su afecto en el Señor, irradiar su gozo, y dejar de preocuparse por la reacción de la gente, o la falta de ella.
El manejo de tales situaciones mejorará si el director comprende que, a veces, Dios a propósito lo hace pasar por tiempos difíciles en los cultos de adoración. No lo hace para provocarlo ni para verlo pender de un hilo sin socorro, sino porque quiere llevarlo a dimensiones más nuevas y completas en él. Lo hace para mantener al director dependiendo de él.
Es demasiado fácil que los directores de adoración confíen demasiado en su experiencia, y que la congregación se relaje y contente con su nivel actual en la relación con Dios en la adoración. A veces, Dios detiene al director para mostrarle que la adoración no ocurre mediante las capacidades ni costumbres de la iglesia, sino “con su espíritu” (Zacarías 4:6).
Fuente: Director de Alabaza

